Chile va a elecciones este domingo. Inflación baja y reducción de la pobreza, pero crecimiento estancado: ¿el “oasis macroeconómico” se volvió un espejismo? El Chile va a elecciones este domingo. Inflación baja y reducción de la pobreza, pero crecimiento estancado: ¿el “oasis macroeconómico” se volvió un espejismo? El

Klaus Schmidt-Hebbel: “Hace diez años que ‘el milagro chileno’ no es una realidad; en Chile necesitamos un Federico Sturzenegger”

2025/12/14 11:00

“En Chile, la traba a la inversión son las regulaciones”, afirma. “El “milagro chileno” es esa combinación de alto crecimiento que alcanzó Chile durante quince años seguidos, desde fines de los 80 hasta comienzos del año 2000”, explica. “En los años 90, la tasa de crecimiento de Chile estuvo en torno al 6 por ciento. Hoy la tasa de crecimiento tendencial, proyectada es del 1,8 o 2 por ciento”, dice. “Los ajustes fiscales, y eso se ve en la Argentina hoy, son socialmente costosos al inicio. La estabilidad macroeconómica se consigue recién años después, cinco o seis en el caso chileno. Implican un período de alto desempleo”, anticipa.

“En Chile, una vez lograda la estabilidad macroeconómica, se tomaron medidas estructurales de apertura comercial y de apertura financiera plena. Chile es uno de los países más abiertos del mundo desde el año 2000”, agrega. “Fueron aperturas graduales pero muy efectivas para crecer más”, aclara. “Bajo los gobiernos de centroizquierda de la Concertación, se continuó privatizando empresas públicas: eso refleja un consenso político y económico amplísimo entre la centroizquierda democrática de la Concertación y la centroderecha”, subraya. “Finalmente, ese consenso se erosionó. ¿Por qué? Porque la centroizquierda fue seducida por los partidos marxistas-leninistas más ortodoxos del Partido Comunista en el segundo gobierno de Bachelet y con Gabriel Boric”, cuestiona. “Con el actual Gobierno del presidente Boric, hubo una creciente irresponsabilidad fiscal que se refleja en déficits públicos en torno al 2,5 por ciento del PIB anual”, advierte. “Entre 2010 y 2014, durante el gobierno de Piñera, el primer gobierno de centroderecha de Chile desde 1990, hubo mucha responsabilidad fiscal”, destaca. “El período de menor crecimiento se dio en los cuatro años de la segunda presidencia de Bachelet y eso que no hubo ni pandemia ni “estallido social””, analiza y desarrolla. “Piñera recuperó algo de crecimiento respecto de Bachelet dos. Con Bachelet dos, se creció en torno al 1,7 por ciento anual en los cuatro años. En el periodo de Piñera, se creció en torno al 2,1 o 2,2 por ciento”. “Chile mantiene más o menos sus equilibrios macroeconómicos, con excepción de una emergencia fiscal actual, aunque es moderada y se puede corregir. Se dejaron de adoptar políticas efectivas, estructurales y pro crecimiento desde el año 2005”, reconoce. “Las AFP, o AFJP, volcaron recursos al mercado de capitales. Así se logró un financiamiento asequible, interno y no externo, para expandir empresas y sectores económicos”, sostiene. “En Chile, la libertad de emprender es elevada. Lo que es muy distinto es la regulación, la mala regulación y la sobreregulación del sector privado. Y no solamente bajo este Gobierno. Esto viene desde la Concertación”, critica. “Hoy hay 100 mil millones de dólares de proyectos de inversión que están parados y estancados porque no los evalúan en los plazos correspondientes”, ejemplifica. “Chile es un caso de desfacilitación del sector privado. Es el país más burocrático e ineficiente de los treinta y ocho miembros de la OCDE”, dice. “El consenso es total sobre los fundamentos macroeconómicos, requisito sine qua non para un mayor crecimiento y bienestar futuros”, aclara y puntualiza. “En los últimos veinticinco años, la inflación suele estar entre 3 y 4 por ciento”. “En Chile, hay un consenso poderoso de contar con reglas parejas y no tener políticas industriales selectivas por sectores, con algún burócrata iluminado al que se le ocurre que, en los siguientes quince años, la Argentina o Chile van a crecer por Vaca Muerta y, por lo tanto, hay que fomentarla tirándole más plata encima. Eso está descartado”, asegura y sigue: “Esas políticas no sirven. Las seguimos durante sesenta años, entre 1930 y 1980, y fue un fracaso total”. “Lo que hoy se discute en Chile es cuáles son las reformas microeconómicas necesarias para volver a crecer y que la productividad y la inversión despeguen. En Chile, necesitamos un Federico Sturzenegger”, concluye.

 Klaus Schmidt-Hebbel

El reconocido economista chileno Klaus Schmidt-Hebbel estuvo en La Repregunta. Schmidt-Hebbel fue economista jefe de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) en París. Es profesor titular de la Universidad Católica de Chile y de la Universidad del Desarrollo. Es director y consultor de corporaciones clave del mundo económico y ONGs e instituciones internacionales. Es Doctor en Economía por el Massachusetts Institute of Technology (MIT).

Chile va a elecciones este domingo. Inflación baja y reducción de la pobreza, pero crecimiento estancado desde hace una década: ¿el “oasis macroeconómico” de América Latina se volvió un espejismo? Los años dorados de la Concertación chilena: ¿un ejemplo virtuoso de cómo la macro racional conecta con la microeconomía pujante y el bienestar para la gente? ¿Por qué se frenó esa conexión y Chile dejó de crecer? De la centroizquierda a la centroderecha, ¿con cuál gestión Chile creció más y por qué? Fondos de pensión, ¿la base de un mercado de capitales conectado con el desarrollo productivo? ¿Lecciones para la Argentina? Schmidt-Hebbel hizo su análisis.

Aquí, la entrevista completa.

Chile. ¿Fin del “milagro chileno”? ¿Del balance fiscal al déficit?

-Los argentinos miramos con mucho interés a dos países vecinos, Uruguay y Chile. Más allá de las alternancias ideológicas y políticas en el poder, han logrado sostener una macroeconomía racional. En relación a los indicadores que tanto miramos los argentinos, por ejemplo, inflación, déficit o equilibrio fiscal, ¿cómo están esos indicadores clave de la macroeconomía?

-Como usted ha subrayado muy bien, Chile tiene una tradición fuertemente basada en instituciones muy poderosas, legales, de estabilidad macroeconómica, que se refleja fundamentalmente en una inflación baja y relativamente predecible. Puede variar de un año para otro, pero en los últimos veinticinco años, la inflación suele estar entre 3 y 4 por ciento. Es así desde el año 2001, cuando se establecieron en Chile las metas de inflación. Y eso es responsabilidad fundamental, no única, pero fundamental, de un Banco Central muy independiente, constitucionalmente anclado, con una ley de independencia o autonomía muy fuerte. Segundo, también hay una tradición de mantener las cuentas fiscales, más o menos, en equilibrio de acuerdo con reglas fiscales preestablecidas y procedimientos de evaluación fiscal. Eso se ha preservado en Chile. No obstante, es real lo que usted ha sugerido correctamente con la frase “el fin del milagro económico chileno”, o al menos la interrupción, porque yo soy optimista, esa combinación de alto crecimiento que alcanzó Chile durante quince años seguidos, desde fines de los 80 hasta comienzos del año 2000. Ya hace tiempo, una década, que los economistas chilenos, que quizás seamos muy autocríticos, pero con razón, identificaron el final del milagro chileno, reflejado en un dato: en los años ´90, la tasa de crecimiento estuvo en torno al 6 por ciento mientras que la tasa de crecimiento actual, tendencial, promedio pasada y futuro proyectada está en torno a 1,8 o 2 por ciento. Una fracción muy baja, un tercio de ese 6 por ciento al que crecíamos hace dos o tres décadas.

Campaña callejera opositora a Kast

-Usted plantea la voluntad de tener equilibrio fiscal y que el promedio da positivo, pero ha habido años con déficit, aunque no sea mucho.

-En los últimos tres años, con la administración del actual Gobierno del presidente (Gabriel) Boric, que se acaba el 11 de marzo del año que viene, hubo una creciente irresponsabilidad fiscal que se refleja en déficits públicos. Pueden parecer bajos porque están en torno al 2,5 por ciento del PIB anual, pero implican que las metas de déficit son sistemáticamente incumplidas por los sucesivos ministros de Hacienda. Nuestro ministro de Economía, como lo llaman ustedes, y que aquí es el ministro de Hacienda, es el responsable de la billetera fiscal y del Tesoro Público. Se pusieron metas fiscales de déficit decrecientes para ir hacia un equilibrio fiscal completo, como lo hizo Milei en la Argentina, cero déficit. Las metas fueron sistemáticamente incumplidas, incluso en este último año de la gestión del presidente Boric: vamos a llegar a un déficit público de aproximadamente 2 o 2,5 por ciento del PIB cuando en realidad la meta fiscal apuntaba a 1,2 por ciento. Para los chilenos, es un incumplimiento sistemático e inaceptable. Hemos tenido una conducta fiscal mucho más efectiva, con cumplimiento de las metas, en gobiernos anteriores.

Manifestación de partidarios de Kast

Alternancia política a la chilena. ¿Racionalidad macroeconómica o no tanto?

-Me interesa esa serie histórica de gobiernos y de conducta fiscal. Hubo buenos gobiernos de la Concertación, ese gran proceso histórico chileno que arrancó en 1990 y concluyó en 2010, con el fin de la primera presidencia de (Michelle) Bachelet. Después, se inicia otro proceso con la llegada al poder de una derecha como la de (Sebastián) Piñera. Y a partir de ahí, se da la alternancia Bachelet, Piñera y Boric. ¿Hay algún tipo de tendencia que muestre que los gobiernos de derecha no producen déficit y los gobiernos de centro izquierda o izquierda producen déficit en Chile?

-Sí, se observa esa tendencia. Entre 2010 y 2014, durante el gobierno de Piñera, el primer gobierno de centro derecha de Chile desde 1990, aunque en la práctica, por el contenido de sus políticas, era muy socialdemócrata, hubo mucha responsabilidad fiscal. Ese gobierno de derecha, que llega después de la primera presidencia de Bachelet, ordena algo las finanzas públicas y se vuelve a crecer un poco más que antes.

-La primera presidencia de Bachelet marca el final de la Concertación.

-Pero luego, el segundo gobierno de la presidenta Bachelet, en alianza con el Partido Comunista, ya no fue un gobierno de la antigua Concertación, de corte socialdemócrata, sino del Partido Comunista. Introducen reformas tributarias y estructurales muy mal diseñadas, anticrecimiento. En Chile, el período de menor crecimiento se da en los cuatro años de la segunda presidencia de Bachelet y se dio sin pandemia y sin el mal llamado “estallido social”, que fue muy costoso. Lo sufrió el gobierno que sucedió a Bachelet, nuevamente un gobierno de la centro derecha de Sebastián Piñera, entre 2018 y 2022. Primero, hubo un estallido social. Fue un shock económico y un shock tremendo de delincuencia, violencia y en materia de seguridad ciudadana. Y luego sucedió un gobierno mucho más de izquierda aún que Bachelet 2, que es el gobierno de Boric, el gobierno actual que termina en tres meses más. Su sucesor se elige este domingo. Boric promovió inicialmente un conjunto de reformas muy inspiradas desde Venezuela, Nicaragua o Cuba, e incluso inspiradas por la experiencia kirchnerista en la Argentina, con reformas fundacionales.

-¿Por ejemplo?

-Un cambio en la Constitución, muy inspirado en la Constitución venezolana, que fracasó porque el 62 por ciento de los chilenos votamos en contra el 4 septiembre de 2022. A partir de ahí, el Gobierno dejó de intentar pasar más reformas porque ya no tenía mayoría en el Congreso. Las reformas eran muy malas. Eran reformas tributarias, reformas previsionales estatistas, muy interventoras y muy agobiantes para el sector privado. Eso se moderó en la segunda mitad del gobierno de Boric porque ya no tenía apoyo del Congreso. Hubo una reformita que se puede considerar positiva, pro crecimiento, con algunos efectos futuros: es la reducción de la sobrecarga regulatoria del sector privado. Pero en general, fue un muy mal gobierno en eso de empujar reformas pro desarrollo inclusivo, pro desarrollo sostenible o progresividad.

Jeannette Jara saluda a sus partidarios

-En relación con el gobierno de Piñera, que usted rescata por el perfil de su política económica, ¿el crecimiento logró recuperar los niveles de aquellos años pujantes, en torno al 6 por ciento?

-No, nada. Piñera recuperó algo de crecimiento respecto de Bachelet dos. Con Bachelet dos, se creció en torno al 1,7 por ciento anual en los cuatro años. En el periodo de Piñera, se creció en torno al 2,1 o 2,2 por ciento. Pero Bachelet dos tuvo una situación internacional maravillosa, sin ningún shock mientras que Piñera dos, tuvo primero el estallido social que implicó una salida masiva de capitales. Hubo mucha entrada de ilegales del resto del mundo antes de que se produjera el estallido social. Se quemó y se destruyó buena parte del patrimonio histórico, de casas, de campo, de escuelas, de universidades de Chile. Hubo que reconstruirlas. Y luego, la pandemia. Es decir, Piñera tuvo condiciones internacionales e internas muy duras y difíciles. No obstante, en esos cuatro años se creció algo más que con Bachelet dos.

Chile. ¿Un caso de macroeconomía racional con baja de la pobreza y desigualdad?

-En la Argentina, hay un gran debate en torno a esta cuestión: ¿cómo la racionalidad macroeconómica, que aquí está dando apenas un primer paso, conduce finalmente al crecimiento y al desarrollo, a una microeconomía pujante que también tenga efecto en el bolsillo de la gente? La gran pregunta es: si primero tiene que haber un ajuste, el reordenamiento de las cuentas públicas, el cumplimiento de los pagos de la deuda, entre otras cuestiones, ¿cuándo le toca a la gente? Para entender cómo estos procesos de reordenamiento macroeconómico tienen marchas y contramarchas, me interesa el caso chileno. Durante los años de la Concertación, Chile alcanzó un ordenamiento macroeconómico envidiable, bajó la inflación a un dígito, crecía al 6 por ciento promedio y, además, logró bajar la pobreza y los indicadores de desigualdad. Entre 1990 y 2018, de acuerdo con los propios indicadores chilenos, bajó un 40 por ciento la pobreza y también redujo la desigualdad. Hay cifras muy interesantes en ese sentido. Desde 1990 hasta 2015, el decil de ingreso más alto de Chile aumentó su ingreso en 220 por ciento, pero el decil más bajo lo aumentó en 480 por ciento. ¿Qué tuvo de especial ese período que logró, de una manera tan virtuosa, conectar la macroeconomía racional sostenida con un efecto contundente en los niveles de actividad económica y en los niveles de la vida cotidiana de las personas? ¿Por qué lo logró entonces y por qué no lo logra ahora?

-Lo logró por dos factores. En primer lugar, por reformas estructurales y macroeconómicas muy importantes hechas al final de la dictadura militar. El entonces ministro de Hacienda, Hernán Buchi, empujó privatizaciones de empresas, ajustes fiscales importantes y costosos. Los ajustes fiscales, y eso se ve en la Argentina hoy, son socialmente costosos al inicio. La estabilidad macroeconómica se consigue recién dos, tres, a veces cuatro años después, o cinco o seis como en el caso chileno. Implican un período de alto desempleo. El desempleo en el ´90, ´91, ´92 todavía estaba en torno al 8 por ciento. El 5 o 6 por ciento se logró recién a finales de los ´90. Y además, lo que se hizo a finales del gobierno militar y continuó durante la Concertación fueron políticas macroeconómicas virtuosas. Sin estabilidad macroeconómica, no hay bienestar ni crecimiento en el mediano y largo plazo. Una vez que se logró la estabilidad macroeconómica, también se tomaron muchas medidas estructurales de apertura comercial y de apertura financiera plena. Chile es uno de los países más abiertos del mundo desde el año 2000 en adelante. Fueron aperturas graduales pero muy efectivas para crecer más. Hubo muchas reformas microeconómicas sectoriales para sectores que estaban sobreregulados o dominados por el sector público. Se continuaron privatizando empresas públicas bajo los gobiernos de centroizquierda de la Concertación: puertos; se otorgaron concesiones de carretera. Eso refleja un consenso político y económico amplísimo entre la centroizquierda democrática de la Concertación y la centroderecha, que estaba en la oposición en ese momento, hasta que después de veinte años de Concertación, llegó al poder. Finalmente, ese consenso se erosionó. ¿Por qué? Porque la centroizquierda fue seducida por los partidos marxistas-leninistas más ortodoxos que llegaron al poder a través del Partido Comunista en el segundo gobierno de Bachelet y siguen en el poder hoy con Gabriel Boric.

Gabriel Boric durante una presentación en la ONU

-Usted plantea, entonces, que la percepción es de una macroeconomía chilena racional, transmitida intergeneracionalmente y transversal a la política que va ocupando el poder, pero en realidad hay diferencias en las gestiones de la centroizquierda de Bachelet dos o de la izquierda de Boric, que producen distorsiones que afectan a la microeconomía, al crecimiento y al bolsillo?

-Sí, sin ninguna duda. Se hace crecer el Estado desmedidamente, contratando funcionarios públicos, permitiendo que ese Estado sea cada día más corrupto. Eso no empezó bajo este Gobierno. La corrupción empezó en los últimos años de la Concertación, aunque no teníamos mucha información. Es una corrupción muy tapada, y se destapa cinco o diez años después. Y hoy, desde el nivel central del Gobierno hasta el municipio más pequeño, los casos de corrupción son generalizados en el sector público chileno. Vivimos una crisis muy profunda. Usted me puede preguntar cuáles son las otras dimensiones de esta crisis.

-¿Cuáles son las dimensiones? En la Argentina, la escala de la corrupción es tan enorme que todo nos parece menor. ¿De qué estamos hablando?

-Estamos hablando de una crisis enorme de corrupción de la cual nos estamos dando cuenta ahora. Afecta a las policías, a veces a algunos generales de las Fuerzas Armadas, al Poder Judicial, incluso a un miembro de la Corte Suprema. Los casos se están viendo hoy, investigando y condenando y los condenados van a parar a la cárcel, sin ninguna duda. En los municipios más pequeños, de derecha a izquierda, la corrupción es muy amplia. Y ciertamente en el gobierno central. Esta gestión, más que las anteriores, ha permitido casos de corrupción, con desvíos de millones, los aportes a fundaciones dominadas por los partidos de extrema izquierda, el Frente Amplio, los nuevos comunistas, y el Partido Comunista, que son los viejos comunistas leninistas y estalinistas. Se han desviado recursos. Ahora, nuestra crisis o emergencia en Chile no es solamente la corrupción del Estado. Tiene otras dimensiones.

¿En peligro el “oasis macroeconómico” de América Latina? ¿Por qué Chile dejó de crecer?

-Quiero poner el foco en la política económica, en la macro y la microeconomía. Durante muchos años, el modelo chileno es o fue considerado como el oasis de América Latina, con esos indicadores envidiables. La inflación sigue bajo control, pero en algún momento el crecimiento se estancó en niveles muy bajos. ¿Qué pasó? ¿Por qué la racionalidad macroeconómica dejó de conectarse virtuosamente con la microeconomía? Usted plantea que hay un desmanejo en las cuentas públicas, que hay casos de corrupción, en ciertos gobiernos sobre todo. Pero los gobiernos de Piñera tampoco lograron revertir ese camino de bajo crecimiento. Entonces, más allá del cambio de signo político, ¿hay algo más que impide un crecimiento más robusto, que está produciendo un agotamiento de esa racionalidad macroeconómica que antes redundaba claramente en el crecimiento?

-Sin duda que se produce un agotamiento de la capacidad de crecer. Tiene que ver con factores más allá de la macroeconomía. Como le planteaba cuando comenzamos esta conversación muy interesante, estimada Luciana, Chile mantiene más o menos sus equilibrios macroeconómicos, con excepción de una emergencia fiscal que es moderada y que se puede corregir y se va a corregir seguramente con el próximo gobierno. ¿Pero qué es lo que sucede? Se dejaron de adoptar políticas efectivas, estructurales, pro crecimiento, desde el año 2005.

-¿Qué sería una política estructural pro crecimiento? ¿Cuál era esa política antes de 2005?

-Continuar con privatizaciones de empresas públicas muy mal manejadas y bastante corruptas y de muy poca efectividad, y que son grandes. Quedan pocas, pero no existe una voluntad importante respecto de esa política.

Edificio de Codelco

-¿Eso redundaría tan automáticamente y tan virtuosamente en una mejora del crecimiento y del bolsillo, de la baja de la pobreza, el aumento de la igualdad, el bolsillo de la gente? ¿Qué empresas públicas quedan sin privatizar en Chile?

-Una es la gigantesca empresa del cobre. No planteo una privatización completa. En cambio, primero, la privatización de un paquete accionario importante, un 40, y el 60 por ciento que quede en manos del Estado. Lo he propuesto públicamente muchas veces. Y que Codelco se transforme en una sociedad anónima que transe en la Bolsa, algo muy importante. Así lo hacen los brasileros a partir de reformas que se hicieron bajo Lula 1: se colocaron grandes empresas públicas de petróleo y otras en la Bolsa, con participación privada, o totalmente privatizadas. En Chile, quedan sin privatizar la Empresa Nacional del Petróleo y muchas empresas públicas pequeñas y medianas que dan un servicio muy malo. Por ejemplo, Correo de Chile: ya nadie confía en él. Ha disminuido su negocio porque lo hacen tan mal y pierden tantas cartas y paquetes que el sector privado ha tomado la posta. Otro tema muy importante es que el sector privado está sobrecargado de lo que en Chile llamamos folclóricamente “permisología”: la estructura de permisos de evaluación y aprobación ambiental, de revisión de patrimonio cultural, sectoriales, laborales, de las comunidades es tan malo y tan lento que nos colocan en el último lugar de los rankings de facilitación de OCDE. Chile es un caso de desfacilitación del sector privado. Somos el país más burocrático y más ineficiente de todos los treinta y ocho miembros de la OCDE, incluyendo diez países en desarrollo. Somos los peores, mucho peores que Costa Rica, Uruguay o Colombia, que también son miembros de la OCDE, igual que nosotros y México. Trabamos la inversión.

Libertad económica. ¿Por qué Chile tiene problemas? Regulaciones anti inversión

-Ese dato me interesa. Estuve viendo el Índice de Libertad Económica 2025 que produce la Heritage Foundation. Dice que Chile es “mostly free”: “free” es la máxima calificación posible. Chile es casi free, casi libre. Y aumentó el puntaje de 2024 a 2025 en un ocho 1,8 por ciento. Ahora el puntaje es 73.2: lo ubica en la posición 18 de 184 países y en el segundo puesto de 32 países en América Latina. La foto que usted muestra pone en cuestión esta imagen de un Chile que ha mejorado su perfil de libertad económica.

-Estamos hablando de indicadores totalmente distintos. El indicador de la Heritage mide si hay trabas para que el sector privado emprenda en ciertos sectores. En Chile, esas trabas son muy leves, muy pequeñas. Usted puede ingresar su proyecto de inversión en casi cualquier sector, en todos los sectores, en realidad, porque no hay monopolios estatales a la hora de emprender. El sector privado es, en la práctica, bienvenido.

-¿El sector del cobre, que usted mencionó, también?

-Sí, la mayoría del cobre que se produce en Chile hoy es privado. Codelco produce algo así como un 30 o 40 por ciento de la producción total. El restante 60 por ciento es producido por empresas chilenas o empresas internacionales, muchas de las cuales han invertido históricamente en el cobre chileno. En Chile, la libertad de emprender es elevada. Lo que es muy distinto es la regulación, la mala regulación y la sobreregulación. Y no solamente bajo este Gobierno. Esto viene desde la Concertación. Desde los últimos años de la Concertación hasta ahora, hemos acumulado mala regulación y sobreregulaciones del sector privado. Le doy un ejemplo: hay 100 mil millones de dólares de proyectos de inversión que están parados y estancados porque no los evalúan en los plazos correspondientes; están con las manos cruzadas. Han invertido recursos por diez o doce años, cinco años, tres años. Son solamente grandes proyectos.

Santiago de Chile

-Eso es lo que usted llama la “traba a la inversión”. La traba a la inversión es la regulación exagerada.

-En Chile, la traba a la inversión son las regulaciones. Por eso le cité el indicador de la OCDE. La Heritage no mide eso; mide libertad económica. Conozco muy bien al indicador de la OCDE, de la cual fui economista jefe. Ese es el indicador que mide sector por sector si la regulación es buena o mala, y lenta o rápida. Y ahí somos los peores de la OCDE.

Fondos de pensión y mercado de capitales. ¿Por qué fueron clave en el crecimiento chileno?

-En el último tramo de nuestra entrevista, quiero plantearle algunas cuestiones. La capacidad de la economía chilena de crecer durante un tiempo sostenido no se dio sólo con inversión extranjera sino también con un mercado de capitales interno, propio. Economistas que entienden el caso chileno suelen vincular ese mercado de capitales con los fondos de pensión, las AFPs chilenas. ¿Qué rol tienen las AFPs en este cuadro de empeoramiento de los indicadores de crecimiento?

-Es un rol muy importante. Conjuntamente con mi coautor, Vittorio Corbo, expresidente del Banco Central de Chile, hicimos el primer estudio que cuantifica el aporte que hizo la reforma previsional que se adoptó en tiempo de la dictadura en el año ´81 al crecimiento chileno entre 1982 y 2002, para un período de veinte años. Y llegamos a la conclusión de que aproximadamente un 0,5 de los 4,5 puntos de crecimiento en ese período, lo aportaba, a través de distintos canales de transmisión, los ahorros obligatorios de las personas, que tenían que ahorrar el 10 por ciento de su salario en cuentas individuales de capitalización. Las AFP, o AFJP como las llaman ustedes, volcaban esos recursos al mercado de capitales: a través de bonos emitidos por empresas o directamente, capital, acciones. Así lograban un financiamiento asequible, interno y no externo para expandir sus empresas y sus sectores económicos. Ese estudio se repitió en otros siete países del mundo que han hecho reformas similares, desde México hasta Colombia, desde Perú hasta El Salvador, y se encontraron resultados similares. Es decir, una parte pequeña fue aportada por esos ahorros. Es un resultado que se dio también en otros países. Pero hay muchos otros factores que tienen que ver con el crecimiento del mercado de capitales chileno, o para el 90 por ciento del crecimiento general que logró Chile en sus años de dorado, que fue un crecimiento elevado. Más allá de la reforma previsional, fueron muchos otros factores: la apertura comercial, la apertura financiera, la estabilidad macroeconómica per se, las reformas económicas y también la privatización de empresas públicas, previamente muy mal manejadas o semiquebradas. Es un conjunto de factores.

De Chile a Argentina. ¿Alcanza con la macro para el desarrollo productivo?

-Una primera conclusión de esta entrevista es que en la Argentina, en las discusiones maniqueas que también se plantean en relación a Chile, suena muy políticamente incorrecto que los fundamentos macroeconómicos del último período de la dictadura chilena se continuaran en las políticas macroeconómicas de la Concertación chilena. En lugar de darse una disrupción entre dictadura y democracia, hay una continuidad macroeconómica. Para la Argentina, esa visión es extremadamente disruptiva porque tiene otra historia. Y la otra cuestión que también dispara mucha discusión en la Argentina es que Chile es un ejemplo de que los fundamentals macroeconómicos, la libertad económica y la apertura económica producen beneficios sociales, mejoran los niveles de equidad y reducen muy significativamente la pobreza con mucho menor gasto social, comparado con la Argentina. La pregunta aquí es: además de todos esos fundamentals macroeconómicos sostenidos desde el final de una dictadura y en democracia, ¿hubo políticas de desarrollo productivo clásicas? En la Argentina se discute si, en lugar de tanta apertura económica, no debería haber una centralización de políticas de desarrollo productivo desde el Estado nacional. ¿Cómo lo ve usted?

-Es una gran discusión también en Chile, pero creo que está terminando bien. Ayer fui el comentarista de un nuevo pacto pro crecimiento sostenible que logró un think tank de derecha, de centroderecha, al cual estoy ligado con un think tank de izquierda, izquierda moderada, democrática, no la izquierda del Partido Comunista.

-¿Cuáles son esos think tanks?

-Espacio público es el think tank de izquierda. Horizontal, el de centro derecha. Me tocó comentar la propuesta. No fui parte de las doce personas de izquierda y de centro derecha que formularon, en forma consensuada, estas propuestas, que son magníficas. Y no son políticas industriales verticales, que es el nombre de lo que usted describió, con una visión centralizada del Estado y el Estado dice: el futuro de la Argentina es el cobre en Jujuy, en Salta y en Mendoza, o es el gas de Vaca Muerta, esa fantástica plataforma de gas que ustedes tienen, y por tanto el Estado tiene que colocar muchos millones de dólares para fomentar esos sectores. Ese modelo se descarta en Chile. En Chile, hay un consenso poderoso de contar con reglas parejas y no tener políticas industriales selectivas por sectores, con algún burócrata iluminado al que se le ocurre que, en los siguientes quince años, la Argentina o Chile van a crecer por Vaca Muerta y, por lo tanto, hay que fomentarla tirándole más plata encima. Eso está descartado. En Chile, hay un consenso muy amplio de que esas políticas no sirven. ¿Por qué? Porque la seguimos durante sesenta años, entre 1930 y 1980, y fue un fracaso total. Llevaron a un crecimiento muy malo en sectores muy poco productivos.

-Hay un consenso de que hay que acentuar los fundamentals de la economía para producir crecimiento. ¿Esa es la conclusión de este encuentro entre los dos think tanks?

-Sí, pero también el consenso estuvo centrado en reformas microeconómicas. Porque el consenso es tal en los fundamentos macroeconómicos, que son la estabilidad fiscal, aunque está un poquito cuestionada hoy, pero se va a retomar en el futuro, y la estabilidad monetaria y de inflación. Esos fundamentos son requisitos sine qua non para llevar a un mayor crecimiento futuro y para darle a la población mayor bienestar, mayores salarios y mayores niveles de empleo.

-No termino de entender. ¿Descarta la centralización de estas visiones desde el Estado, que determinan sectores estratégicos, pero le suma una visión vertical en sectores puntuales?

-No. Las políticas verticales industriales son aquellas en las que al Estado, a algún burócrata, a algún ministro, se les ocurre que hay un sector que hay que privilegiar por encima de los otros. Eso se descarta. Se está a favor de políticas industriales horizontales que beneficien a todos los sectores de forma pareja: es el consenso chileno. Pero lo que hoy se discute en Chile es cuáles son las reformas microeconómicas necesarias para complementar la estabilidad microeconómica para volver a crecer, para que la productividad despegue, para que la inversión despegue en Chile, las reformas sectoriales, las reformas de los permisos, las reformas de toda la regulación mala o sobreregulación. Es decir, en Chile necesitamos un Federico Sturzenegger. Federico es amigo mío. Lo admiro mucho como amigo y como profesional y como expresidente del Banco Central, donde intentó mejoras aunque no logró. Hoy sí está logrando reformas admirables desde el punto de vista de Chile. Para nosotros, es un ejemplo lo que ustedes están haciendo en reformas sectoriales, microeconómicas, de empresas públicas.

-Microeconómicas pero generalizadas.

-Sí, generalizadas, que no den beneficio a un solo sector. Que quite las trabas

-El objetivo es destrabar cada sector con sus especificidades. ¿Entendí bien?

-Sí, exacto.

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