Northrop Grumman ocupa un lugar estructural en la base industrial de defensa de Estados Unidos. Su negocio depende en gran medida del gasto público, pero su relNorthrop Grumman ocupa un lugar estructural en la base industrial de defensa de Estados Unidos. Su negocio depende en gran medida del gasto público, pero su rel

Northrop Grumman vuelve al radar: misiles, satélites y contratos de décadas para sostener el negocio

2025/12/31 17:05

Northrop Grumman ocupa un lugar estructural en la base industrial de defensa de Estados Unidos. Su negocio depende en gran medida del gasto público, pero su relevancia excede la foto del presupuesto anual: la firma participa en programas de ciclo largo —submarinos nucleares, bombarderos estratégicos y constelaciones de alerta temprana— que ordenan la demanda durante años.

En ese perfil, el mercado suele mirar dos variables: la “visibilidad” (cartera de pedidos y cronograma de ejecución) y la “disciplina de programa” (capacidad de cumplir hitos sin desbordes de costos). En 2025, ambas volvieron al centro del debate.

Orígenes y transformación del grupo

El actual conglomerado es producto de la consolidación del sector. Northrop y Grumman se fusionaron en 1994, en un proceso que acompañó el reordenamiento de la industria tras el fin de la Guerra Fría. Con el tiempo, la compañía reforzó capacidades en electrónica, misiles y espacio mediante adquisiciones y reconfiguraciones del portafolio.

Un hito fue la compra de Orbital ATK, que fortaleció el negocio de propulsión y sistemas espaciales, y consolidó presencia en motores cohete y plataformas asociadas; la operación quedó sujeta a condiciones antimonopolio en Estados Unidos.

La compañía también ajustó su perímetro: escindió su negocio naval (que hoy opera como Huntington Ingalls) para concentrarse en aeronáutica, defensa, sistemas de misión y espacio. 

Peso relativo en el mercado: “top five” y contratos de décadas

Northrop Grumman forma parte del núcleo de grandes contratistas junto con Lockheed Martin, RTX, General Dynamics y Boeing, un grupo que concentra una porción relevante de los contratos del Departamento de Defensa.  En rankings sectoriales, se ubica entre las mayores empresas globales de defensa por ingresos, con una posición recurrente dentro de los cinco primeros lugares. 

Su diferencial es la exposición a programas que no se definen por trimestres sino por ciclos tecnológicos y estratégicos. Ese encuadre ayuda a entender por qué, aun con volatilidad de resultados, la acción suele rebotar cuando se consolida el flujo de adjudicaciones y se estabiliza la ejecución.

La cartera de pedidos como “ancla” financiera

En su último 10-K, la empresa informó una cartera de pedidos total (obligaciones de desempeño remanentes) de US$ 91.500 millones al 31 de diciembre de 2024, por encima de los US$ 84.200 millones del cierre de 2023.  En un negocio dominado por contratos públicos, esa cifra funciona como indicador de visibilidad: no asegura márgenes, pero anticipa volumen de trabajo.

En 2025, la compañía también ajustó proyecciones: el mercado leyó la combinación de demanda sostenida en defensa con la necesidad de administrar rampa de producción y costos en programas puntuales. 

Programas clave: disuasión, bombarderos y submarinos

En aeronáutica estratégica, el B-21 Raider es uno de los ejes del portafolio. La contracara es el riesgo de ejecución propio de contratos complejos: en abril de 2025, la compañía registró un cargo preimpuesto de US$ 477 millones vinculado al programa, que se sumó a un cargo previo de US$ 1.560 millones informado en enero de 2024. 

En el frente naval vinculado a disuasión, la empresa produce hardware de lanzamiento para el compartimiento común de misiles de los submarinos clase Columbia (EE.UU.) y Dreadnought (Reino Unido), un componente crítico del esfuerzo de recambio de la flota de submarinos balísticos. 

Esa arquitectura de programas —bombarderos estratégicos y submarinos nucleares— suele ofrecer continuidad presupuestaria, pero exige gestión industrial: plazos, capacidad instalada y una cadena de proveedores sin interrupciones.

Misiles y guerra electrónica: contratos recientes

En diciembre de 2025, el Departamento de Defensa informó un contrato con tope de US$ 100 millones para trabajo asociado al Stand-in Attack Weapon (SiAW) y al Advanced Anti-Radiation Guided Missile Extended Range (AARGM-ER).  La compañía también muestra esos sistemas dentro de su portafolio de armas avanzadas, con foco en capacidades de supresión de defensas aéreas y ataque a distancia. 

En paralelo, la Fuerza Aérea adjudicó en 2024 un contrato de hasta US$ 7.000 millones para sostenimiento y mejoras del B-2 Spirit, un programa donde la compañía conserva un rol central. 

Drones Global Hawk: continuidad del sostenimiento

El RQ-4 Global Hawk —plataforma de inteligencia, vigilancia y reconocimiento— continúa en la cartera mediante contratos de modernización y sostenimiento. La compañía recibió en 2020 un contrato IDIQ por hasta US$ 4.800 millones para actividades de desarrollo, modernización y sustainment, y en 2024 se informó una acción contractual por US$ 387,5 millones para logística y soporte. 

Para el mercado, la lectura es conocida: aun cuando el debate público se concentra en nuevas plataformas, los contratos de soporte sostienen flujo de ingresos y ocupación de capacidades industriales.

Espacio: del contratista “tradicional” al jugador de constelaciones

El giro más nítido de 2025 estuvo en el plano espacial militar. El 19 de diciembre de 2025, la Space Development Agency (SDA) anunció adjudicaciones por aproximadamente US$ 3.500 millones para construir 72 satélites infrarrojos de la Tracking Layer (Tranche 3) dentro de la Proliferated Warfighter Space Architecture. La arquitectura busca detección y seguimiento global de amenazas, con entregas previstas hacia 2029. 

En ese paquete, Northrop Grumman informó su selección para la misión TRKT3, y coberturas sectoriales reportaron un valor cercano a US$ 764 millones para su tramo del programa (18 satélites). 

La señal es relevante por dos motivos. Primero, consolida a la compañía en el modelo de constelaciones proliferadas —satélites más numerosos, ciclos de renovación más rápidos— que domina el nuevo enfoque de defensa espacial. Segundo, la coloca en competencia directa con actores que mezclan defensa y espacio comercial, en un mercado con presiones de costo y cronogramas exigentes.

Geopolítica y cadena de suministro: un riesgo que vuelve

El negocio no está aislado del contexto internacional. A fines de diciembre de 2025, China anunció sanciones a compañías de defensa estadounidenses, incluida una subsidiaria del grupo, en respuesta a ventas de armas a Taiwán; el impacto operativo suele ser acotado, pero agrega ruido reputacional y evidencia la creciente fricción tecnológica entre potencias. 

En paralelo, la compañía también explora esquemas de cooperación con firmas emergentes del sector espacial: Reuters informó una inversión de US$ 50 millones en Firefly Aerospace para avanzar con un lanzador conjunto (“Eclipse”), con primer vuelo apuntado a 2026. 

Qué explica el interés inversor

La historia reciente resume el dilema típico del sector: visibilidad alta por contratos de largo plazo y, al mismo tiempo, riesgo de ejecución en programas de frontera tecnológica. En ese marco, la cartera de pedidos —y la sucesión de adjudicaciones en misiles, sostenimiento y espacio— alimenta el argumento de quienes ven un piso en valuación; los cargos por B-21 recuerdan que el principal “driver” de resultados sigue siendo la gestión de costos y plazos. 

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