El martes llegó a Donceles la orden del Antiguo Ayuntamiento para que Morena no suscribiera la iniciativa del PRD, para regular el comercio informal en la Ciudad de México, un pendiente histórico con los capitalinos.
Cada gobierno enfrenta el recurrente tema en la capital del país, cuya lucha cobró relevancia a partir de 2000, cuando Andrés Manuel López Obrador intentó arrebatarle al viejo PRI el control de ese sector.
Históricamente se ha querido reglamentarlo, pero no pasa del discurso. Se ha optado por paliativos, debido a la mina de oro que representa esta actividad, no sólo para sus líderes, sino para las autoridades que sacan una gran tajada económica y política.
Y es que además de dinero, los comerciantes —muchos del Edomex— son utilizados para marchar y llenar urnas, a fin de que sus líderes obtengan posiciones.
Si lo que se busca es que los comerciantes accedan a prestaciones, seguridad social y que paguen impuestos, ¿por qué la Secretaría de Gobierno dio la orden de abortar? La respuesta está en las calles pletóricas de ambulantes. Cuestión de asomarse a la céntrica avenida Juárez, por ejemplo.
Hay puestos hasta en doble fila, bloqueando incluso las aceras. Y en la Alameda ya hay más vendedores que árboles y jardineras.
El gobierno siempre ha defendido la venta en las plazas públicas, con el argumento de que son tradiciones prehispánicas. Pues entonces tendrían que comerciar ahí maíz, buñuelos, pulque o gallinas.
A menos que por prehispánica se entienda la venta de esferas, árboles navideños, suéteres de Santaclós, electrónicos chinos, tenis gringos y hasta botargas del próximo Mundial.
Si quieren que el Centro se asemeje al pasado azteca, además de haber renombrado como Zócalo-Tenochtitlán la estación del Metro, ¿por qué no reconstruyen las pirámides sobre Palacio Nacional, el Antiguo Ayuntamiento o La Catedral, por ejemplo?
¿Por qué no en lugar de ciclovías abren canales de navegación en Tlalpan para que la gente se transporte en canoas? ¿Por qué no regulan el consumo de carne de perro, como los hacían los comerciantes en sus viajes con sus xolos? Eso sí sería preservar tradiciones.
¡No, lo que buscan es hacer lo mismo que hicieron como priistas, después como perredistas y ahora como morenistas: robar!
No es difícil imaginar a César Arnulfo Cravioto, sentado en su oficina, decir a Carlos Cervantes Godoy, autoridad del Centro Histórico, que lo mejor es seguir cosechando las millonarias cuotas que dejan los ambulantes.
Por eso desde que llegó Carlitos al cargo, los puestos se multiplican como panes, y sus finanzas también. No con cuentas bancarias, porque son detectables, sino con dinero bajo el colchón que le quitan a quienes lo ganan con su trabajo.
Ahora que la 4T anda bien machita contra los contribuyentes, que le rasque a apellidos como Batres, López y demás jauría, pues no debe ser fácil ocultar costales de billetes.
Queda claro por qué el gobierno de Clara Brugada no quiere regular el comercio informal, ¿verdad?
Parece que Andrés Manuel López Obrador encontró la forma de mantener un rancho, pagar servicios, cuerpos de seguridad, transporte, comida, etcétera, sin tener trabajo ni pensión presidencial, pues él mismo la desapareció. En adelante podrá decir que vive de las regalías de sus libros, pues toda la 4T los está comprando para regalarlos. Si durante casi 20 años aseguró que lo mantenía el pueblo, por qué no decir ahora que vive bien de su trabajo como escritor.


