A dos años de haber asumido la presidencia, Javier Milei se prepara para avanzar con una agenda más ambiciosa que incluye acelerar las reformas estructurales que prometió en campaña.
Lo hará apoyándose en la mayor presencia legislativa que consiguió LLA tras las últimas elecciones y con la tranquilidad de contar con el respaldo económico de Washington y de un núcleo duro de votantes que mantiene la confianza en su figura pese a una economía que no termina de despegar.
Este piso de apoyo que consiguió su figura política volvió a quedar reflejado en la última encuesta que elaboró la consultora de Jorge Giacobbe, a la que tuvo acceso El Cronista.
El sondeo, realizado los últimos días de noviembre entre 2500 casos a nivel nacional, refleja que la imagen positiva de Milei alcanzó el 47% durante el anteúltimo mes del año.
Sin embargo, lo más significativo del relevamiento es la evolución temporal que muestran los gráficos, que enciende algunas alarmas para el líder del Ejecutivo.
Según las encuestas de la misma consultora, Milei comenzó su mandato presidencial en diciembre de 2023 con una imagen positiva del 49,1% de aceptación, frente al 41,4% de imagen negativa. Esta medición fue realizada entre el 19 y el 23 de diciembre, apenas días después de asumir la presidencia, reflejando la percepción inicial de los argentinos sobre su nuevo mandatario.
Durante los primeros meses de gestión, la imagen del Presidente mostró una evolución favorable.
En enero, febrero y marzo de 2024, Milei logró mantener una imagen positiva del 54%, con un pico de 54,7% en enero frente al 37,8% de rechazo. Este incremento respecto a los valores de diciembre evidenció una consolidación de su apoyo popular durante el inicio de su administración, período en el cual implementó las primeras medidas económicas de su gestión.
El punto de quiebre parece haberse dado entre agosto y octubre de 2024, cuando la percepción negativa superó a la positiva por primera vez desde el inicio del mandato.
Desde entonces, ambas líneas se mantienen en una disputa cerrada, con la imagen positiva oscilando entre el 44 y el 50 por ciento, y la negativa entre el 42 y el 46 por ciento (la última medición ubica ligeramente por encima, en 46,1%).
Esta paridad refleja una sociedad dividida de manera casi perfecta frente a la gestión libertaria, con apenas un 3,8% que declara no conocerlo o no tener opinión formada.
Por otra parte, la imagen regular, que en los primeros meses llegó a representar más del 20%, se desplomó hasta niveles marginales, lo que indica que los argentinos ya tomaron posición definida sobre el Presidente.
En contraste con la polarización que genera Milei, la encuesta revela que otros líderes políticos enfrentan panoramas mucho más complicados.
Axel Kicillof, gobernador de Buenos Aires y una de las principales figuras del peronismo, tiene una imagen negativa del 51,5% contra apenas un 33,6% de positiva. Su imagen regular alcanza el 7,9% y el 7%.
Cristina Kirchner, por su parte, mantiene los niveles de rechazo más altos entre los líderes relevados: su imagen negativa llega al 55,1%, mientras que la positiva apenas alcanza el 27%.
Con un 10,8% de imagen regular y un 7,1% que dice no conocerla, la expresidenta confirma que sigue siendo una de las figuras más divisivas de la política argentina, con un techo electoral muy marcado pero también con un piso de apoyo inquebrantable en ciertos sectores.
Mauricio Macri presenta números similares a los de Kicillof: 48,1 por ciento de imagen negativa frente a un 22,8 por ciento de positiva.
El expresidente arrastra el peso de su gestión y de los resultados económicos de 2019, lo que le genera un rechazo persistente que se mantiene estable en el tiempo. Su imagen regular alcanza el 21%, lo que sugiere que todavía hay un sector que no termina de definir su opinión sobre él.
Victoria Villarruel, vicepresidenta de la Nación, tiene una imagen negativa del 45,5 por ciento contra un 18,1 por ciento de positiva, con un 25 por ciento de imagen regular y un 11,4 por ciento que declara no conocerla.
Estos números muestran que Villarruel aún no logró construir un perfil propio lo suficientemente fuerte como para diferenciarse definitivamente de Milei, con quien no tiene dialogo, o para capitalizar políticamente su rol institucional, manteniéndose más bien en una zona de indefinición que en una de liderazgo consolidado.

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