India concretó el 24 lanzamiento comercial desde Sriharikota, su principal base espacial. El cohete LVM3 despegó a las 08:55 (hora local) y, tras unos 15 minutos de vuelo, liberó en órbita baja el satélite BlueBird Block-2, de fabricación estadounidense, destinado a un proyecto de conectividad móvil desde el espacio. La información surge del parte oficial de la misión y de la documentación técnica difundida por ISRO.
No se trató de un “viaje compartido” con varios clientes, sino de una misión dedicada: un lanzamiento pensado para un único satélite y un único contrato. Ese punto es relevante porque el negocio de los lanzamientos se juega, cada vez más, en la capacidad de cumplir calendarios y ofrecer un servicio integral a operadores que quieren poner en órbita constelaciones completas.
BlueBird Block-2 forma parte del programa de AST SpaceMobile, que apunta a brindar conexión directa a teléfonos celulares comunes, sin antenas especiales. La idea es que, cuando el usuario esté fuera de cobertura terrestre, el teléfono pueda conectarse a un satélite como si fuera una antena remota. AST informó que esta nueva generación incorpora una antena grande y busca mejorar de manera sensible la capacidad de datos.
ISRO, por su lado, remarcó que se trata del satélite comercial más pesado que puso en órbita baja y que el objetivo de la misión era ubicarlo cerca de los 520 kilómetros de altura. En términos simples: es un “camión grande” para un satélite grande, dentro de un segmento donde se está concentrando la inversión.
El LVM3 es el cohete más potente del programa indio. ISRO lo describe como un lanzador pensado para llevar cargas importantes a órbita baja y también para misiones más exigentes. La agencia lo presenta con capacidad cercana a 8.000 kg a LEO, un nivel que lo coloca en la franja media-alta del mercado.
En este caso, el lanzamiento fue gestionado por NewSpace India Limited (NSIL), la empresa estatal que comercializa servicios espaciales. En la agenda oficial del Departamento del Espacio, la misión aparece registrada como un vuelo comercial dedicado. Además, una respuesta parlamentaria reciente destacó el crecimiento del rol de NSIL en la colocación de satélites de clientes y en la expansión de la participación industrial local.
Hoy, el punto de referencia en lanzamientos comerciales es SpaceX. Su ventaja principal no es solo técnica: es operativa. La compañía sostiene que su primera etapa está diseñada para volver y ser recuperada, lo que permite reutilizar hardware y aumentar la frecuencia de vuelos. Ese esquema, con una cadencia muy alta, cambió la economía del sector.
Amazon juega en otro plano. No tiene cohete propio operativo para desplegar Kuiper, pero sí cerró acuerdos por decenas de lanzamientos con varios proveedores para no depender de un solo actor. En 2022, la empresa comunicó contratos por 83 lanzamientos con ULA, Arianespace y Blue Origin.
Rocket Lab, conocida por su lanzador liviano Electron, busca crecer con Neutron, un cohete más grande y con foco en constelaciones. En su ficha pública, la compañía lo presenta como reutilizable y con capacidad para cargas mucho mayores que Electron.
Europa intenta estabilizar su oferta con Ariane 6, que Arianespace promociona como plataforma para misiones institucionales y comerciales, incluido el despliegue de grupos grandes de satélites en una sola misión.
China y Rusia sostienen familias de lanzadores con capacidades que van desde misiones medianas a pesadas. En documentos oficiales, China destacó al Long March 5 como su lanzador de gran capacidad, mientras que el ecosistema comercial ruso mantiene referencias de sus vehículos disponibles.
El mensaje de este lanzamiento es doble. Primero, que India puede poner en órbita satélites comerciales grandes para clientes internacionales con un servicio dedicado. Segundo, que busca transformarse en una opción estable en un mercado que necesita volumen: más satélites, más seguido, con menos margen para retrasos.
El desafío es competitivo. Para ganar participación no alcanza con un buen lanzamiento: hace falta repetición. La industria mira tres variables simples: cuántas veces se puede volar por año, cuánto cuesta cada misión y qué tan previsible es el calendario. En ese tablero, el LVM3 aparece como una carta fuerte para diversificar proveedores, especialmente para constelaciones en órbita baja que quieren alternativas al dominio de SpaceX.
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