El gobierno anunció que disminuyó la pobreza; sin embargo, lo hizo después de haber desaparecido el instituto encargado de medir la misma. Como ocurre con la seEl gobierno anunció que disminuyó la pobreza; sin embargo, lo hizo después de haber desaparecido el instituto encargado de medir la misma. Como ocurre con la se

Una modesta proposición

El principal problema de México, el que más sufrimientos provoca a decenas de millones de personas, es la pobreza. Entre 7 y 10 millones de mexicanos viven en la pobreza extrema, es decir, que apenas tienen para comer.

Enrique Peña Nieto propuso como una de sus metas terminar con la pobreza extrema. Nombró a Rosario Robles, que venía de la izquierda perredista, secretaria de Desarrollo Social. Al tomar posesión de su cargo como presidente, Peña Nieto organizó en Chiapas un acto en el municipio más pobre del país. Trajo de Brasil a Lula da Silva para el arranque de un programa que copiaba el “Hambre cero” que sacó a 20 millones de brasileños de la pobreza extrema.

Todo, por supuesto, fue una tomadura de pelo. Hoy sabemos, gracias al libro La estafa maestra (Planeta, 2022), que desde el primer día de su gobierno, Peña Nieto ordenó desviar multimillonarios recursos, provenientes del fondo para ayudar a los más pobres, para financiar las campañas del PRI.

China logró sacar a centenares de millones y Brasil a decenas de millones de personas de la pobreza extrema. En México, sexenio tras sexenio, no hemos podido sacar de la pobreza extrema a 10 millones de mexicanos.

Fueron muchos los que creyeron que López Obrador terminaría con la pobreza extrema. No fue así. De 2018 a 2022, los mexicanos en esa condición pasaron del 7 al 7.1 por ciento. Aumentó muy poco el número de pobres, pero no disminuyó. Los mexicanos sin servicios de salud pasaron del 16.2 al 39.1 por ciento.

Curiosamente, fiel a su política de polarización social, el gobierno nunca ha señalado que el aumento de los salarios mínimos, así como los recursos entregados mediante los programas sociales, provienen del esfuerzo empresarial. Son los empresarios los que pagan los aumentos de salarios, no el gobierno; gracias a los empresarios que pagan sus impuestos es que se pueden transferir cuantiosas cantidades de dinero a los mexicanos más necesitados. Faltan a la verdad al decir que López Obrador disminuyó la pobreza; quienes la disminuyeron fueron los empresarios y los asalariados de las empresas, quienes con sus impuestos subsidian a los mexicanos más desfavorecidos.

Desde hace más de 50 años, Gabriel Zaid ha dedicado varios libros y cientos de ensayos y artículos a estudiar la pobreza en México y ha aportado soluciones prácticas para terminar con ella. Apenas se le ha hecho caso. Los pobres en México son vistos como ganado electoral y no como sujetos productivos. López Obrador tomó de Zaid la idea del reparto en efectivo, pero de una forma incompleta y torpe. No se trata solo de repartir dinero a través de los programas sociales, sino de crear condiciones para que el dinero recibido se transforme en pequeñas empresas productivas.

Recientemente, el gobierno anunció que disminuyó la pobreza; sin embargo, lo hizo después de haber desaparecido el instituto encargado de medir la misma. Como ocurre con la seguridad, el gobierno manipula y miente con las cifras. México no saldrá de la pobreza mientras continúe económicamente estancado. El crecimiento económico bajo el obradorato, que incluye al gobierno de Sheinbaum, es de cero.

Me permito hacer una modesta proposición. Los más pobres en México son los indios, diseminados en muchas zonas del país. Podría implementarse una “acción afirmativa” en favor de ellos. Para resarcir a los indígenas norteamericanos, Ronald Reagan implementó una medida que permitió los juegos de azar en las reservas indias, que eran muy pobres. No creo que debamos imitar lo que se hizo en EU, pero se podría hacer algo parecido: permitirles la explotación —sin impuestos— de sus recursos naturales (petróleo, gas, minería) en sus municipios.

Los indios dispersos se concentrarían en sus lugares de origen, atraídos por los recursos. Puede alegarse que los indios no saben del negocio petrolero o minero, como tampoco los indígenas norteamericanos sabían del negocio del manejo de los casinos. La explotación puede cederla a empresas bajo su supervisión.

El 70% de los recursos que se obtengan deben destinarse a proyectos sociales que mejoren la vida de las comunidades. En Estados Unidos, el auge provocó alcoholismo. Pero también el surgimiento de una nueva generación que fue a las universidades y regresó a sus comunidades para defenderlas y apoyarlas. Propongo una ley que, sin paternalismo, saque a los indios de la pobreza en una generación. Que sirva para crear empleos. Que dé recursos para la educación.

Mi modesta proposición tiene varios inconvenientes, los principales: ¿cómo evitar que las empresas de los indios terminen bajo el yugo de los narcos? ¿Cómo convencer a los tecnócratas de que Pemex y las compañías mineras deben privilegiar a los más pobres y no al sector moderno? No son problemas fáciles de resolver.

La solución a la pobreza, como ha señalado Gabriel Zaid, no está en la simple transferencia de recursos, sino en la creación de pequeñas empresas apoyadas por microcréditos. Sin embargo, una acción afirmativa podría acelerar el proceso de capitalización de los mexicanos sumidos en la más desesperante pobreza extrema.

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