En las marismas de Santoña, Victoria y Joyel, en el norte de España, se levanta Montehano, un promontorio de 186 metros de altura cuya silueta piramidal resalta sobre los estuarios y pastos inundables de Cantabria.
Aunque su aspecto aislado remite a una isla, los depósitos marismeños unieron paulatinamente este enclave a tierra firme mediante un istmo cubierto de vegetación acuática.
Tal como describe Condé Nast Traveler, Montehano representa un punto de encuentro entre la naturaleza y la historia en un entorno dominado por la tranquilidad y las aves migratorias.
Montehano fue accesible únicamente por barca en otros tiempos. La acumulación de sedimentos modificó su carácter insular y lo integró en el continente. Actualmente, este promontorio piramidal es un referente en el municipio de Escalante, situado en la costa oriental de Cantabria.
El enclave, conocido por distintas denominaciones populares —Monte Hano, Montejano, Montejanu—, pertenece al sector interior de la Reserva Natural de las Marismas de Santoña, Victoria y Joyel, un espacio protegido que, según detalla Condé Nast Traveler, se distingue tanto por su particularidad topográfica como por sus paisajes singulares.
La importancia ecológica de Montehano reside en su ubicación dentro de uno de los humedales más relevantes del norte peninsular y punto de referencia en Europa para la migración de aves. Situado en una zona de transición entre los estuarios y el agua salobre, cumple una función esencial en el equilibrio natural de la región.
Este enclave —como detalla el medio citado— filtra el agua, retiene sedimentos y proporciona un refugio vital para la cría y descanso de miles de aves de diferentes especies.
El paisaje marismeño, compuesto por canales, llanuras fangosas y arenales modelados por las mareas, conforma un mosaico cambiante que aumenta el valor escénico del lugar.
En el corazón de Montehano se encuentran vestigios de un pasado lleno de historia. El Convento de San Sebastián de Hano, fundado en el siglo XV y actualmente habitado por monjes capuchinos, fue declarado Monumento Nacional. Este espacio funciona como refugio espiritual y de retiro, lo que refuerza el carácter de reserva que distingue a Montehano.
Las huellas humanas también aparecen en las antiguas canteras al sur del promontorio y en el yacimiento prehistórico de la cueva de La Mosolla, testimonios de la larga relación entre el monte y sus habitantes. Según Condé Nast Traveler, estos elementos históricos mantienen intacto el aura de misterio del lugar.
La vegetación de Montehano aporta singularidad al paisaje. Destaca el encinar cantábrico, que por su carácter mediterráneo resulta poco habitual en los climas atlánticos de Cantabria.
Aunque predominan los eucaliptos como masa forestal, el encinar subsiste en los espacios disponibles y constituye un valor botánico raro y de especial interés. La combinación de especies vegetales contribuye a la identidad poco conocida de Montehano.
El acceso a Montehano es sencillo mediante una ruta de ascenso de baja dificultad que atraviesa diversos ecosistemas de la reserva natural. Esta ruta, según el artículo de Condé Nast Traveler, permite a los visitantes acercarse a la naturaleza, la historia y el patrimonio menos explorado de Cantabria.
La riqueza ecológica, los vestigios ancestrales y los paisajes silenciosos posicionan a Montehano como un destino relevante en el turismo de interior y la observación de biodiversidad.
Las laderas y senderos de Montehano ofrecen una panorámica desde la que se contempla un paisaje donde el monte, pese a haber dejado de ser una isla física, permanece como una isla ecológica y visual en uno de los grandes humedales del norte de España.


