Parece vano escribir de democracia en un país marcado por la historia de antidemocracia y control social por parte de los grupos que lo han gobernado. Más superfluo aún es consignar ideas sobre escuelas democráticas en un sistema educativo donde el corporativismo sindical reduce las opciones de autonomía de las y los docentes. El mal no es sólo en México. Linda F. Nathan, Jonathan F. Mendonca y Gustavo Rojas Ayala advirtieron que: “La democracia es frágil y en declive en todo el mundo. Para cumplir la promesa de la democracia, como camino hacia una mayor libertad y justicia, debemos volver a preguntarnos: ¿Cómo podemos educar a los estudiantes para que vivan de manera que los preparen para la práctica de la democracia, construyendo, con sus acciones, una cultura democrática cotidiana?” (en Designing Democratic Schools and Learning Environments: A Global Perspective/Palgrave/Mcmillan, 2024).
Es un libro memorable; describió infinidad de buenas prácticas democráticas en escuelas de todo el mundo y levantó un aparato analítico digno de replicarse y aplicarse en otras latitudes. Tras discusiones entre autores y estudiantes de diversas escuelas comprometidos contra el racismo, despuntaron cuatro valores que deberían sostener las escuelas democráticas: pasión con equilibrio; visión con integridad; comunidad con responsabilidad social; diversidad con respeto. Además, definieron cuatro pilares para identificar las prácticas de docentes, directivos y activistas de la comunidad.
No se refiere a los cuatro pilares de la educación que adoptó la Unesco tras la publicación de La educación encierra un tesoro, compilada por Jacques Delors: 1) Aprender a conocer, 2) Aprender a hacer, 3) Aprender a ser, 4) Aprender a convivir. Los pilares que Linda Nathan y colegas construyeron no contradicen a los de la Unesco, los complementan y asientan en la política educativa, una política por y para la democracia. Patricia Vázquez del Mercado los sintetiza: “1) libertad y expresión, 2) equidad e inclusión, 3) compromiso con el bien común y 4) colaboración comunitaria”.
Patricia Vázquez, presidenta de Mexicanos Primero, y Linda Nathan, profesora de educación en la Universidad de Harvard, recopilaron 27 experiencias prácticas de educación democrática en México: Escuelas democráticas: Una perspectiva desde México (Mexicanos Primero, 2025). Es un libro con argumentos interesados —e interesantes—, elaborado por docentes en ejercicio que narran sus experiencias y presentan los casos que pueden conmover y también alegrar, porque constatan que no todo marcha mal en la educación mexicana. Hay infinidad de buenas prácticas, pero surgen de la experiencia, no de la política del régimen.
Aunque es un libro académico, no está lleno de citas ni es empalagoso. Los autores son docentes que tomaron un taller de escritura creativa de no ficción. Narran sus historias bajo la premisa de que las preguntas principales no están en los exámenes, sino en interrogaciones guía como ¿Qué detalles les llamaron la atención? ¿Cuál era el conflicto en la escena? ¿Qué desafíos o logros eran evidentes? Dicen las compiladoras: “El proceso de creación de este libro ha sido un viaje de aprendizaje, compartir, co-construcción y aún más aprendizaje. Deliberadamente evitamos imponer una estructura preconcebida; en cambio, dimos poder a los autores para que fueran co-creadores y autores de sus experiencias educativas”.
El producto es un libro que linda en lo magnífico; entrega casos cercanos a lo que denominé Edutopía, asuntos por los que vale la pena luchar y comprometerse. Esas historias importan e inspiran. En entregas futuras platicaré de las aulas como refugios, Quijotes solitarios y otras de las narraciones. Estoy convencido de que quienes lean estas historias se convencerán de que es posible. La democracia, aunque débil, no está muerta. Las escuelas pueden hacer la diferencia.
En mi artículo del miércoles pasado cometí un error. Escribí que Jesús Reyes Heroles fue secretario de Educación Pública en el gobierno de José López Portillo. Lo fue en el de Miguel de la Madrid Hurtado. Tres lectores me enmendaron la plana. Les agradezco y pido disculpas.
